Sopló el viento sonoro ... despertando mi corazón.
Volver a navegar y surcar océanos ... oír el gemir de las jarcias ... crujir las cuadernas ... ver la grímpola ondear a sotavento.
Marino de la flota ha llegado la hora de zarpar ... de tripular el bote, de remar ya es hora ... de juntar nuestras manos y vaciar nuestros vasos ... y antes de partir brindar.
A los que amamos la azul lejanía ... los que desde el alba a la noche buscando fujitivos rincones, caminamos sin desalentarnos en la vana búsqueda ... los que río cantarín abajo, zagual en mano, joviales remamos, salpicando al sargo saltarín ... o fondeamos junto a la raiz del sauce.
Los que, más osados, de la angosta ribera zarpamos ... llevando aquel arca de cedro ... entre aves marinas y el refugio del mar inmenso, tan profundo y tan claro ... o los que, en fín, marchamos a donde nuestro corazón nos lleva sin importarnos otra cosa, y oímos ... sentados junto al fuego del hogar ... ruido de pasos.
Aunque largo el camino y duros sean el sol y la lluvia, el rocio y el polvo ... aunque en la desesperación y el ansia enterrados queden los mayores, y se extravien los hijos ... al final, amigos, estad seguros ... de que suceda lo que suceda ... allá en el horizonte ... en el confín de los confines ... veremos aparecer la Ciudad Dorada.
Desde el horizonte azul de mis verdes islas ... desde la cumbre de la distancia ... yo ... que no olvido ... os dedico esta hora.