Antes, si no recuerdo mal, mi vida era un festín en el que se abrian todos los corazones, en que todos los vinos corrian.
Una tarde, senté a la belleza en mis rodillas, la encontré amarga y la injurié.
Me armé contra la justicia.
Me dí a la fuga. Brujas, miseria, odio ... mi tesoro os fue confiado.
Conseguí que se desvaneciera en mi espíritu toda esperanza humana. Sobre la alegría, para estrangularla, dí el salto sordo del animal feroz.
Llamé a los verdugos para morder, mientras iba muriendo, la culata de sus fusiles. La desdicha fue mi dios, me tendí en el barro, me sequé al aíre del crimen, le hice una jugada a la locura, y ... la primavera me trajo la horrible risa del idiota.
Hasta que hace muy poco, cuando estaba a punto de tirar la toalla, soñé con buscar la clave del antiguo festín ... en el que acaso recuperaría el apetito.
La caridad es la clave.
Esta inspiración prueba que estaba soñando.
Seguirás siendo hiena, protestó el demonio que me había coronado con tan amables amapolas ... llega hasta la muerte con todos tus instintos, y con tu egoismo, con todos los pecados capitales.
Ya he tenido demasiado.
Pero, querido Satán, se lo suplico: "una pupila menos irritada", y a la espera de pequeñas bajezas que lleguen con retraso, para usted, que estima en la persona la ausencia de facultades descriptivas o didácticas ... para usted ... arranco algunas repugnantes hojas de mi cuaderno de condenada.