Como dos arroyuelos que las tierras dividen y con aguas alegres las guijas van lavando, y, luego de trazar y buscar mil recodos, se encuentran en el río de plateado pecho, donde en mayor corriente, al fin, ya se confunden ... así soy de mi Amado y él es mío.
Así nos encontramos tras un largo camino y nos unimos ya los dos en una esencia; ninguno renovó la súplica amorosa, pues yo fui cera y él era una ardiente llama; más que abrazo se dieron nuestras almas unidas ... así soy de mi Amado y él es mío.
Si todos los monarcas esplendentes que rigen las porciones serviles de esta redonda Tierra me brindasen, en trueque, sus grandes señoríos, no quisiera cambiar con ellos mi fortuna; su riqueza es lo opuesto a mi oro acuñado, el mundo ellos poseen ... pero es mío mi Amado.