El agua vuelve, dura y con fuerza,
de las colinas quebradas.
La lluvia bajó por los poros de la piedra caliza
hasta que los obscuros arroyos alcanzaron el lecho
y ahora se abre paso,
más allá de las raíces del fresno,
hacia un cerco en la ladera
de piedras y estatuas.
Las imágenes de antiguas fertilidades
tal vez son el testimonio apenas
del milagro necesario
del agua retenida y acumulada
en un valle donde el agua es fugitiva.
Una María desconchada y torcida
se pone verde entre trapos y palos.
Su negocio mengua:
pechos enfermos, dolores reumáticos,
mayormente, las súplicas y las confidencias de la ancianidad.
Con todo, a veces
nadando en las aguas
que fueron bendecidas en el corazón laberíntico de la colina
... la anguila fulgura al pasar.
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