Observo la sombra de lo que proyectas. Se impone el silencio.
Recojo las pistas que de ti me has puesto en las manos.
Lentamente las uno y, aunque lejos, muy lejos de completar el
puzzle de tu pensamiento ... siento que me has permitido
descubrir un poco más.
No hay gestos ausentes en tí. Son gestos sutiles. O la sutileza
de un gesto minimizado.
Tal vez busques la esencia en todo.
Jamás llegaré a descifrarte. Pero me gusta.
Quiero seguir escuchando el tintineo silencioso de los
interrogantes que te acompañan.
¿Me permites? Déjame posar mi dedo en la base de tu cuello
... entre las clavículas.
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El Bósforo de Almaszy
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